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El investigador Alejandro Álvarez del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello (CDH-UCAB) en Guayana alertó sobre la grave situación de la esclavitud infantil en Venezuela, señalando la falta de reconocimiento por parte del Estado y la ausencia de políticas públicas para abordar este problema como principales obstáculos.

Álvarez criticó la negligencia de las autoridades responsables de proteger a los niños y adolescentes, lo que ha agravado la situación con el paso del tiempo. «Ha habido una falencia en la protección, a razón de que los órganos encargados no han cumplido con sus obligaciones establecidas en la ley», afirmó.

1300 niños trabajando en minas

El CDH-UCAB identificó al menos 1300 niños trabajando en minas del estado Bolívar, sometidos a jornadas extenuantes de más de 12 horas, cargando pesos inadecuados para su edad y expuestos a peligrosos espacios subterráneos o como operadores de maquinaria.

La explotación infantil se manifiesta de diversas maneras, incluyendo el trabajo forzoso, la explotación laboral, la explotación sexual, el tráfico de personas, los matrimonios y uniones tempranas, el reclutamiento por grupos armados y el tráfico de órganos. «Los niños son víctimas de todo tipo de formas de esclavitud moderna«, señaló Álvarez.

Las niñas y adolescentes son particularmente vulnerables a la explotación. El CDH-UCAB documentó que al menos el 35% de las 3500 mujeres víctimas de explotación sexual eran niñas o adolescentes, algunas de ellas explotadas desde los 7 años de edad.

Según el investigador, la normalización de la esclavitud infantil dentro de la sociedad contribuye a invisibilizar este problema. Por ejemplo, en el caso de los matrimonios y las uniones tempranas, hay niñas que viven con hombres mucho mayores, a menudo con una diferencia de edad de más de 10 años.

Además, la mendicidad tercerizada es un fenómeno preocupante. Según Álvarez, se han documentado más de 200 niños en el municipio Caroní que viven en situación de calle y son enviados a pedir limosna por sus propios padres.

FUENTE: EL IMPULSO

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