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Tres días antes de que 8,1 millones de dominicanos y dominicanas estuvieran convocados a las urnas, Luis Abinader (Santo Domingo, 56) estaba celebrando su victoria en lo que llamó la “gran fiesta del triunfo”. Rodeado de comparsas de merengue, bailando entre risas con su mujer y entrevistado por niños, el candidato del Partido Revolucionario Moderno (PRM) ―que se autodefine de orientación “democrática, liberal y progresista”, pero cuyos críticos aseguran que sigue una línea conservadora― lucía pletórico y victorioso. Más incluso que cuando ganó las elecciones de 2020, que asumió en plena pandemia. Mejorar la economía, atraer más turistas al país, un discurso anticorrupción y controlar a toda costa la política migratoria han sido los pilares de su Gobierno. Y muy probablemente lo seguirán siendo. Por eso convocó a la oposición este mismo lunes. “Para seguir construyendo ese país que nos merecemos. Esa República Dominicana que desea mostrarse al mundo alegre, hospitalaria, productiva y competitiva”, afirmó en su discurso tras conocer los resultados. Su visión, dicen sus detractores, es más cercana a la de un empresario que a la de un gobernante. Para el 59% de los votantes que lo reeligieron este domingo es todo un cumplido.

Ambas ambiciones, la política y la económica, le vienen de cuna. Es hijo del empresario de ascendencia libanesa y exsenador de la República, José Rafael Abinader, una de las figuras más importantes en su vida. “La comida y la cena eran una cátedra sobre la administración pública”, dijo en el documental que lanzó hace una semana, Presidente en tiempos de crisis. El PRM, de hecho, se funda sobre el grupo político de Abinader padre, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD). “Suele decirse que intenta hacer un tipo de Gobierno del cual su padre se sentiría orgulloso”, cuentan fuentes cercanas.

Nacido el 12 de julio de 1967 en el seno de una familia acaudalada, Abinader estudió Economía en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo y cursó el posgrado en Finanzas Corporativas e Ingeniería Financiera en la Universidad de Harvard y de Gerencia Avanzada en Dartmouth College. Antes de su irrupción en la política, dedicó su vida profesional al grupo Abicor, la empresa familiar fundada por su padre. Hoy, con un patrimonio de 75 millones de dólares, es dueño de una cementera, varios hoteles y la Universidad O&M. Para muchos dominicanos, él es el rostro de un hombre exitoso que mantiene los valores católicos y la familia tradicional. Cuando apareció su nombre entre los Pandora Papers por tener cuentas offshore, el revuelo en el país concluyó rápido cuando le espetó a la oposición que él podía demostrar sus ingresos a diferencia de ellos. Hoy, prácticamente nadie le echa en cara este escándalo.

“No le importan los derechos humanos”

Sus críticos más férreos están en el ala progresista del país. Sergia Galván, una de las feministas más reconocidas de la isla, lamenta que crea “que el país es una empresa”: “Aunque hiciera campaña [para las elecciones de 2020] apoyando los derechos de las mujeres, no le importamos. Ni nosotras ni los derechos sociales”. Sin embargo, a pesar de los reproches del activismo social y el feminismo, existe un consenso entre los electores y su Gobierno en que “es un hombre de palabra”. La cercanía tanto de las clases trabajadoras como de los multimillonarios es una de las virtudes que más valoran. Según encuestas anteriores a estos comicios, el 70% de la población apoyaba sus políticas.

Su discurso económico y la percepción de que todos los dominicanos han visto notablemente mejorada su condición económica cala de igual manera en el dueño de una cadena hotelera como en la limpiadora que arregla las habitaciones. Fuentes cercanas a su equipo cuentan que lo primero que hace el presidente al llegar al Palacio Nacional es abrir una carpeta en la que están los últimos reportes de lo que buscan los dominicanos en internet. “Es un hombre completamente volcado en las tendencias y en lo que esté de moda en el momento. Venga de la clase social que venga”, aseguran.

Aunque Abinader siempre ha sido rico, su país no ha tenido la misma suerte. Solo desde el año 2020, República Dominicana pasó a convertirse en un país de renta media. Algo que hace que al presidente se le hinche el pecho de orgullo. El mandatario representa a su país como un nuevo rico empeñado en enterrar un pasado menos próspero.

Cualquier ocasión le parecía buena para recordarlo. “Ya no somos un país tercermundista”, aseguró varias veces en campaña. A pesar de que República Dominicana es el noveno país que más rápido crece en la región, la canasta básica sigue siendo más cara que el salario mínimo, que ronda los 500 dólares. Francisco Tavares, economista, asegura que el mandatario “sabe perfectamente” que las tasas de desigualdad son “insostenibles”. Y añade: “Ahora que cumplirá el último mandato, podrá hacer las reformas fiscales y tributarias que tanto requiere el país”. Abinader nunca ha escondido que quiere pasar a la historia como el presidente de las grandes reformas. Así lo recordó en su discurso presidencial: “Hemos recorrido una parte del camino y toca profundizar en los cambios y las reformas”.

“Pasó de dirigente a líder político”

El presidente ha sido uno de los líderes que más ha promovido el turismo en la isla que, por primera vez en la historia, atrajo a más de 10 millones de extranjeros, un número similar a la población dominicana. Este sector —que conoce muy bien— aportó 7.000 millones de dólares al PIB en 2023 y se posicionó como tercera fuente de ingresos. Ese será uno de sus grandes legados. Los hoteleros recuerdan cómo, tras la pandemia, asistió a cada reapertura de hoteles para felicitar y darle la mano a sus dueños.

El sociólogo Juan Miguel Pérez considera que, en cuatro años, “el presidente pasó de ser dirigente a convertirse en un líder político”. Y así zafarse de esa crítica que recibía de la sociedad de ser “una tayota” [un fruto insípido]. “Le querían decir con eso que era insulso; que, como la fruta, cogía el sabor de lo que tú le pongas. Eso ya no es así”, explica. Sin embargo, apunta que su popularidad en el partido puede empezar a ser cuestionada, ya que él no se presentará en 2028 y serán compañeros de su equipo quienes empiecen a hacer campaña, pudiendo eclipsarlo. Los nombres que más están sonando en el PRM son Carolina Mejía, alcaldesa del Distrito Nacional, y David Collado, ministro de Turismo. Por ahora, quedan cuatro años más de Abinader.

FUENTE: EL PAÍS

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