Las fuertes lluvias que azotan al sur de Brasil desde finales de abril dejan hasta el momento más de 2.1 millones de damnificados y al menos 137 muertos, según el último reporte de la Defensa Civil.
El número de personas desplazadas subió a más de 600 mil, de las cuales unas 81 mil tuvieron que buscar refugio en albergues improvisados por las autoridades.
Lo que si disminuyó fue el número de desaparecidos, que cayó de 141 a 125 tras la verificación de datos con base en los reportes de los ciudadanos afectados.
La situación más dramática se vive en Rio Grande do Sul, estado fronterizo con Argentina y Uruguay, donde se han reportado al menos 136 muertos y 806 heridos y donde el 90 % de los municipios están afectados.
El otro fallecido fue notificado en el vecino estado de Santa Catarina, también afectado por la catástrofe, pero en menor grado.
Las lluvias que habían dado una leve tregua desde el jueves regresaron este sábado a la región, aunque con una intensidad menor a la prevista por los expertos.
El Valle de Taquarí, en pleno centro del estado, continúa como una de las regiones más afectadas, así como Porto Alegre, la capital de Rio Grande do Sul, cuyo centro histórico permanece inundado tras el desbordamiento del río Guaíba.
No ocurre lo mismo en el extremo más meridional del estado, donde varios barrios de las ciudades de Pelotas y Rio Grande fueron tomados por las aguas luego de que se rebozara la Lagoa dos patos, cuyo nivel está un metro y medio por encima de lo normal.
Pero el caos se vive en todo el estado y hacia el norte de la región, en Bento Gonçalves, donde la situación también es lamentable y viven más de 125 mil habitantes, en su mayoría campesinos y agricultores.
Es el caso de Lairton Pavaretta, un agricultor de 52 años, que tuvo que irse a vivir con su familia y su madre enferma a donde un amigo en el municipio vecino de Tuturí, porque su casa quedó prácticamente destruida e inaccesible por los derrumbes.
«Estamos viviendo aquí porque allá no tenemos energía, no tenemos vías para salir, no hay cómo pasar», dijo consternado a EFE.
La situación en todo el estado de Rio Grande do Sul puede empeorar en las próximas horas, donde además de las fuertes lluvias se esperan fuertes vientos y bajas temperaturas que pueden extenderse hasta el martes.
Las alarmas se enfatizan en el municipio de Uruguaiana, en la frontera con Argentina, donde el Río Uruguay puede sobrepasar su nivel en hasta cuatro metros por encima, según las autoridades metereológicas.
Los temporales que castigan a la región han dejado un rastro de caos y destrucción en el que decenas de ciudades han quedado total o parcialmente bajo las aguas.
Cientos de vías ha sido destruidas o quedaron obstaculizadas y los damnificados sufren con la falta de servicios públicos; los hospitales están colapsados y sin condiciones adecuadas para atender a los pacientes.
La situación ha dificultado la labor de los cerca de 28 mil efectivos (entre bomberos, fuerzas de seguridad y voluntarios) que se encargan de los rescates, de distribuir ayuda humanitaria.
Para ayudar a las víctimas de las lluvias, este sábado arribó a la ciudad de Rio Grande el mayor navío de guerra de Brasil y de Latinoamérica, con mil 350 militares y cargado con 154 toneladas en donaciones, camiones, vehículos blindados, helicópteros, embarcaciones y dos plantas de tratamiento capaces de producir 20.000 litros de agua potable por hora.
Rio Grande do Sul, un importante polo agropecuario y un sector fundamental para el crecimiento del país, necesitará de al menos 18 mil 839 millones de reales (3 mil 700 millones de dólares) para recuperarse de las inundaciones, según cálculos del Gobierno regional.
Por el momento, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, anunció un paquete de ayudas de 50 mil millones de reales (9 mil 800 millones de dólares) para ese estado.