El hombre relató a varios medios de comunicación que había pagado en 2017, junto con Harding, un anticipo de unos 10.000 dólares para hacer parte de la tripulación, y a finales del año siguiente viajó a las Bahamas para ver las pruebas del batiscafo, donde notó que algunas partes del vehículo parecían «de mala calidad».
Asimismo, dijo que lo que más lo alarmó fue que OceanGate Expeditions, la compañía propietaria del Titán, se negaba «rotundamente» a buscar «cualquier tipo de certificación» para descender a esas profundidades.
Al percatarse de que había «un montón de riesgos que no era capaz de mitigar», le envió un correo electrónico a la compañía diciendo que «ya no podía subirse a esa cosa» y solicitó la devolución del dinero.