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El ruido fue ensordecedor y constante, el coro de miles gritando “¡Rafa, Rafa!” cada vez que el tenista que tanto admiran lograba exhibir esos chispazos de brillantez que tantas veces produjo con regularidad en el Abierto de Francia y otros escenarios durante el paso de los años.

Los 15.000 espectadores rugieron cuando Rafael Nadal ingresó a la pista Philippe Chatrier el lunes.

Cuando el 14 veces campeón de Roland Garros se aproximó a la red para el lanzamiento de la moneda previo al duelo. Cuando empezó a blandir la raqueta en el calentamiento. Y, especialmente, cuando pegaba de zurda con su característico topspin, clavando su revés de dos manos o dejando una perfecta volea para ganar un punto.

El problema para Nadal, y para sus seguidores, es que esos puntos no fueron muchos durante su enfrentamiento contra Alexander Zverev. No encontró el nivel suficiente de antaño para que el español de 38 años, con un físico maltrecho por las lesiones, pudiera conseguir una victoria adicional, por mucho que la gente en las gradas hiciera fuerza sobrehumana para que eso fuera realidad.

FUENTE: AP NEWS

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